miércoles, 6 de noviembre de 2013

¡Bronquitis!



El jueves de la otra semana me desperté sintiéndome medio mal y con fiebre. 38.5, exactamente. No le di pelota y me fui a trabajar de todos modos. En el correr de la mañana me fui sintiendo cada vez peor, pero me tomé unos perifares y seguí adelante. De tarde seguía con fiebre. Igual, volví al trabajo, religiosamente, a las 18:00. De noche, al llegar a casa, me quería morir, así que me metí en la cama y me dormí, bah, me desmayé hasta el día siguiente. Me levanté de nuevo con fiebre, pero cuando me disponía a hacer todo eso que uno hace al levantarse (las abluciones matinales y los huevos revueltos) Martín logró apropiarse del termómetro y vio lo insoslayable: 38.9. Yo me hice el canchero y le dije que igual iba a trabajar, mirá si iba a faltar así, avisando tan sobre la hora, que daba clase a las 8:00 y que bla, bla, bla. Para qué. Martín, casi que fuera de sí, amenazó poco menos que con atarme a la cama y en medio de la diatriba que me soltó acerca de lo irresponsable que era con mi salud y la mar en coche, me encajó un perentorio “¡ya no sos un chiquilín!” que me sumió en la depresión, me hundió en el sillón y me hizo decirle que “bueno, está bien, llamá al médico”. Llamó al médico y yo llamé a la Escuela para avisar que no iba. Desde la Escuela Jimena me dijo que tenía voz de cadáver y escuché a Anselmo de atrás que le decía “¡que no se preocupe, nos arreglamos!”. Corté con cierto alivio pero, en la media hora que demoró en llegar la doctora, envejecí unos 47 años por culpa del “ya no sos un chiquilín” de Martín. Sí. Para cuando la doctora llegó, yo era un anciano muriéndose de algo gravísimo. Tremendo.
La doctora entró. Yo tosía y sudaba. La mujer me miró con suspicacia. “¿Fumador?”, preguntó. Yo palié el tenso momento mirándola de cotelete y con un nuevo acceso de tos. Ella sonrió con sorna y ahí fue cuando Martín me vendió con total descaro: “sí, fuma”. Yo lo miré, incrédulo, desarmado, dispuesto a no perdonarle nunca, nunca, tamaña traición. 
Total, la mujer me auscultó y, rápida para el diagnóstico, sentenció “Bronquitis. Aunque muchos de esos chiflidos que se escuchan en el pulmón seguramente sean del cigarro”. “¿Seguramente?”, repetí en mi cabeza, “¿Chiflidos? Cagamos, es verdad: me estoy muriendo”. Martín, que quién sabe por qué oscuro motivo estaba dispuesto a arrojarme en el negro pozo de la ignominia frente a la doctora, me acusó flagrantemente: “Está con fiebre desde ayer pero igual quería ir a trabajar”. La doctora me miró nuevamente, como si yo fuera un caso digno de estudio o un demente o un criminal de la peor calaña y me preguntó “¿Me dijiste que tu edad era…?”, así, levantando el tonito de la frase en el final interrogativo. Yo no sé si era la fiebre, pero creo que hasta vi los puntos suspensivos en el aire. Entre dientes, rumiando el rencor, le dije “treinta y nueve”. Y la mujer se rió. Se rió. A ver: se rió, así como te cuento. Para sumar escarnio, Martín me miró con cara de “te lo dije” (y si pudiera levantar una ceja sola, lo hubiera hecho, pero no, así que me puso cara sin ceja levantada, pero de lo más expresiva igual). La doctora, cuya verdadera vocación debía ser el stand-up, siguió adelante, divertidísima con sus alocadas ideas: “Claro, lo que vos querés es agarrarte una buena neumonía. Es eso, ¿no? ¡Ah, qué lindo! ¡Muy lindo, sí!” y luego, cambiando el tono dicharachero a voz de enterrador, continuó “A tu edad, si hacés 38.5 de fiebre DOS días seguidos (el dos lo dijo en mayúsculas), te quedás en la cama. No te vas a ningún lado, te quedás en la cama. Y más con este clima”. “A tu edad”, ¿pueden creer? Así que mientras Martín bajaba a abrirle a la doctora, yo envejecí unos 9 años más. Carajo. Me acosté, y como la fiebre no cedió hasta el domingo de tarde, me quedé en la cama hasta el lunes, de pura angustia. Y fiebre, tos y mocos, claro. Ya estoy mejor. Gracias.

4 comentarios:

  1. Y al parecer, no solo te tenes que cuidar de esta virosis sino tambien DEJAR DE FUMAR ! No es imposible..

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  2. Que bueno ! Así podemos disfrutar de este increíble escritor por años y años.

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    1. No seas fatalista! No hay necesidad de tenerme años y años! Jajaja! Gracias!

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