Qué molesto es no
saber de qué escribir. Pero aquí estoy, asumiendo mi incapacidad de escribir
algo más o menos coherente para hoy. La culpa es mía, claro. Me había propuesto
colgar algo, sí o sí, todos los martes, independientemente de que escribiera algo
los demás días. Y hoy es martes, así que no hay escapatoria. Una voz perversa
me dice que no escriba nada, total… pero no, la disciplina ante todo.
No he tenido ningún
percance con ningún electrodoméstico. El microondas sigue con su funcionar errático
y el calefón calienta sin problemas. Desearía que la licuadora hubiera tenido
algún arranque histérico, pero no. Es una licuadora de lo más sin gracia. O que
la aspiradora hubiera armado piquete en el pasillo, pero tampoco. Podría contar
que si encendemos el lavarropas, la tostadora y el microondas a la vez, salta
la térmica, pero no es interesante. Por ese lado, nada que contar. Miranda,
igual que siempre, pesada y maullativa, así que nada por ahí tampoco.
Ojo, que no es que
deje todo para último momento. No. He hecho algunos intentos. Por ejemplo
empecé un texto sobre qué significará realmente lo de madurar. Y escribí
bastante, pero era una bazofia. Tenía un título de lo más rimbombante y todo: “La
madurez es un mito”. Imposible. Después
hice un borrador de algo que hacía alusión al 145, el ómnibus, y su papel en mi
vida, pero quedó muy nostálgico y lo
descarté, al menos por ahora. El 145 tiene su que ver en mi vida desde el año
92, así que volveré a él en algún momento, pero no me gustó para colgar hoy. Escribí
también, en relación a eso de la madurez, un texto explicando lo fácil que se
me hace llorar los últimos tiempos y lo inapropiado que resulta a veces. Me
sentí muy expuesto y lo deseché también. En fin… parece que nada es lo que quiero en
estos momentos. Bien puede ser un síntoma de la edad.
Antes, cuando recién
empezaba a escribir, me angustiaba cuando no podía escribir. Me sentía un
inútil y sentía que no escribiendo estafaba mi propósito en la vida. Ya no
siento, por suerte, las cosas tan dramáticamente y tengo otros propósitos además de escribir, pero igual es incómodo, sobre
todo porque me hice la promesa de escribir todos los martes, sí o sí. Es
difícil a veces encarar que es posible que uno no tenga absolutamente nada para decir o contar y que eso no está mal ni bien, simplemente es.
Lo que sí puedo
contar es lo fascinado que estoy con cómo Montevideo se asoma a la primavera.
Esta mañana, cuando iba hacia el trabajo, vi que por Maldonado los plátanos están llenos de
hojas y ya hacen bóveda sobre la calle. Me hicieron pensar en mi querida Avenida Churchill, en Durazno. En fin... Es lindo. Es como una comprobación de
que la primavera está ahí aunque se esté haciendo rogar. Y también cambió el
carácter de la luz, ¿se fijaron? Es más cálida, aunque hagan 8 grados de mañana.
Me gusta eso, el cambio de la luz y cómo las estaciones se anuncian en ella.
Pero ya está, lo conté. No necesitaba mucho para eso, porque es eso: primavera,
luz, árboles, pájaros. Lindo y breve. Ya está.
Me van a tener que
disculpar. Lo sé: a veces es una pena que los calefones se queden quietos. En
esa actitud tan pasiva, lo dejan a uno sin tema.
PD. La foto es de la Av. Churchill en otoño, que es cuando está más linda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario está pendiente de autorización.