martes, 1 de octubre de 2013

Esa ausencia de cosa


Qué molesto es no saber de qué escribir. Pero aquí estoy, asumiendo mi incapacidad de escribir algo más o menos coherente para hoy. La culpa es mía, claro. Me había propuesto colgar algo, sí o sí, todos los martes, independientemente de que escribiera algo los demás días. Y hoy es martes, así que no hay escapatoria. Una voz perversa me dice que no escriba nada, total… pero no, la disciplina ante todo.
No he tenido ningún percance con ningún electrodoméstico. El microondas sigue con su funcionar errático y el calefón calienta sin problemas. Desearía que la licuadora hubiera tenido algún arranque histérico, pero no. Es una licuadora de lo más sin gracia. O que la aspiradora hubiera armado piquete en el pasillo, pero tampoco. Podría contar que si encendemos el lavarropas, la tostadora y el microondas a la vez, salta la térmica, pero no es interesante. Por ese lado, nada que contar. Miranda, igual que siempre, pesada y maullativa, así que nada por ahí tampoco.
Ojo, que no es que deje todo para último momento. No. He hecho algunos intentos. Por ejemplo empecé un texto sobre qué significará realmente lo de madurar. Y escribí bastante, pero era una bazofia. Tenía un título de lo más rimbombante y todo: “La madurez es un mito”.  Imposible. Después hice un borrador de algo que hacía alusión al 145, el ómnibus, y su papel en mi vida, pero quedó muy nostálgico y  lo descarté, al menos por ahora. El 145 tiene su que ver en mi vida desde el año 92, así que volveré a él en algún momento, pero no me gustó para colgar hoy. Escribí también, en relación a eso de la madurez, un texto explicando lo fácil que se me hace llorar los últimos tiempos y lo inapropiado que resulta a veces. Me sentí muy expuesto y lo deseché también. En fin… parece que nada es lo que quiero en estos momentos. Bien puede ser un síntoma de la edad.
Antes, cuando recién empezaba a escribir, me angustiaba cuando no podía escribir. Me sentía un inútil y sentía que no escribiendo estafaba mi propósito en la vida. Ya no siento, por suerte, las cosas tan dramáticamente y tengo otros propósitos además de escribir, pero igual es incómodo, sobre todo porque me hice la promesa de escribir todos los martes, sí o sí. Es difícil a veces encarar que es posible que uno no tenga absolutamente nada para decir o contar y que eso no está mal ni bien, simplemente es.
Lo que sí puedo contar es lo fascinado que estoy con cómo Montevideo se asoma a la primavera. Esta mañana, cuando iba hacia el trabajo, vi que por Maldonado los plátanos están llenos de hojas y ya hacen bóveda sobre la calle. Me hicieron pensar en mi querida Avenida Churchill, en Durazno. En fin... Es lindo. Es como una comprobación de que la primavera está ahí aunque se esté haciendo rogar. Y también cambió el carácter de la luz, ¿se fijaron? Es más cálida, aunque hagan 8 grados de mañana. Me gusta eso, el cambio de la luz y cómo las estaciones se anuncian en ella. Pero ya está, lo conté. No necesitaba mucho para eso, porque es eso: primavera, luz, árboles, pájaros. Lindo y breve. Ya está. 
Me van a tener que disculpar. Lo sé: a veces es una pena que los calefones se queden quietos. En esa actitud tan pasiva, lo dejan a uno sin tema.

PD. La foto es de la Av. Churchill en otoño, que es cuando está más linda.

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